Recuerdo muy bien cuando, en
1977, tuvimos las primeras elecciones generales
democráticas en España, lo que se vino a llamar “sopa de letras” por la sobreabundancia de siglas, más de dieciocho
entre los más significativos, de las que doce
obtuvieron representación parlamentaria.
Tras la
aprobación de la Constitución del 78 se vuelven a celebrar elecciones generales
el 1 de marzo de 1979, donde el número
de partidos más importantes son
diecinueve y trece obtienen
representación parlamentaria, aunque ya UCD y PSOE se destacan con diferencia,
es el inicio del bipartidismo que se
consolida en 1982 con el triunfo por mayoría absoluta del PSOE y la práctica
desaparición de UCD.
Tanto UCD como otros partidos que ya no
existen, o existen testimonialmente, deben su caída a crisis internas,
desavenencias entre sus líderes, ansias de poder, o desafecto de militancia y
votantes por expectativas no cumplidas. El
enemigo está dentro y cuando surgen esas desavenencias y esas luchas internas,
podemos augurar el final del partido.
Eso pasó
con UCD, en los albores de la
democracia, devenido sucesivamente en
Alianza Popular (AP) y más tarde en el
actual Partido Popular (PP) que parece haber superado una nueva crisis de
identidad y renovado sus cuadros directivos con sabia joven y preparada.
El Partido Comunista de Santiago Carrillo
(PCE), legalizado el 9 de abril de 1977, va acumulando divisiones internas motivadas por el abandono del marxismo-leninismo,
el alejamiento de la URSS y países del Pacto de Varsovia, el acercamiento al PC
italiano iniciador del eurocomunismo y la sucesiva pérdida de masa electoral
pasando de casi dos millones en 1979 a solo ochocientos mil en 1982. En 1986, ya con Gerardo Iglesias como líder,
se integra en Izquierda Unida (IU) y más
recientemente en Podemos.
El PSOE de Pedro Sánchez ¿podemos decir que
es un partido unido de forma monolítica? Ni los más optimistas de entre sus
militantes darían una respuesta afirmativa, solo hay que retroceder apenas unos
meses cuando destituyeron al hoy secretario general, hombre persistente donde
los haya y capaz de aliarse con el diablo si preciso fuera. Crisis cerrada en falso que no aflorará
mientras ostente el gobierno de la nación, pero que muchos socialistas de la
transición manifiestan públicamente un día sí y otro también. Es cuestión de
tiempo, poco, para que los primeros reveses serios en las elecciones de mayo
(pese a las encuestas del CIS de Tezanos) hagan volver a la cruda realidad de
un partido, por otra parte, imprescindible para la buena marcha democrática de
España, necesitado de una profunda y
urgente catarsis.
De populista
Podemos no hace falta explicar
demasiado sobre el actual proceso de descomposición,
como siempre con origen en sus discrepancias internas. Las expulsiones o
abandonos de Bescansa, Maduro, Errejón, Espinar…, las discrepancias con Teresa
Rodríguez y sus anticapitalistas y algunas mareas poco afines, pueden suponer
el final de la formación morada o el pase a una representación meramente testimonial
de la mano de IU.
Ciudadanos parece ser el partido del
futuro inmediato, su crecimiento es constante y, sobre todo, su triunfo en Cataluña lo ha elevado a la cúpula
de las formaciones políticas de la España del Siglo XXI. No se observan
fisuras internas, que es la enfermedad de la que mueren los partidos, y
mientras sigan siendo un bloque, los errores y equivocaciones de principiante que
han cometido, no le pasarán factura. Otra cosa es las que puedan cometer en el
ejercicio de gobierno. Veremos como lo hacen
en Andalucía.
Por último Vox, el más joven y pujante de los partidos
políticos, que ha sorprendido a propios y extraños, sobre todo extraños,
con sus resultados en Andalucía, primera cita electoral a la que acudían. Se
preparan concienzudamente para mayo conscientes de que su éxito, en gran parte, en una gran parte, proviene de los errores
ajenos, de las políticas que, sobre todo la izquierda, lleva en Cataluña, política
económica, autonomías y, lo que está más en juego: la unidad de España.
Este es el panorama
político español cuando nos preparamos para un largo periodo electoral que
culminará, el domingo 26 de mayo de 2019, con elecciones locales, autonómicas,
europeas y, quien sabe si generales. Un largo periodo lleno de promesas,
descalificaciones mutuas, ataques personales, encuestas manipuladas, “fake news”,
injerencias extranjeras de una y otra parte y en medio nosotros, los electores españoles, jugándonos el futuro.
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