lunes, 4 de febrero de 2019

LA PARTIDOCRACIA QUE NOS GOBIERNA

Publicado en el diario La Razón el lunes 4 de febrero de 2019



     Recuerdo muy bien cuando, en 1977, tuvimos las primeras elecciones generales democráticas en España, lo que se vino a llamar “sopa de letras” por la sobreabundancia de siglas, más de dieciocho entre los más significativos, de las que doce obtuvieron representación parlamentaria.

         Tras la aprobación de la Constitución del 78 se vuelven a celebrar elecciones generales el 1 de marzo de 1979, donde el número de partidos  más importantes son diecinueve y trece obtienen representación parlamentaria, aunque ya UCD y PSOE se destacan con diferencia, es el inicio del bipartidismo que se consolida en 1982 con el triunfo por mayoría absoluta del PSOE y la práctica desaparición de UCD.

         Tanto UCD como otros partidos que ya no existen, o existen testimonialmente, deben su caída a crisis internas, desavenencias entre sus líderes, ansias de poder, o desafecto de militancia y votantes por expectativas no cumplidas. El enemigo está dentro y cuando surgen esas desavenencias y esas luchas internas, podemos augurar el final del partido.

         Eso pasó con UCD, en los albores de la democracia, devenido sucesivamente en Alianza Popular (AP) y más tarde  en el actual Partido Popular (PP) que parece haber superado una nueva crisis de identidad y renovado sus cuadros directivos con sabia joven y preparada.

         El Partido Comunista de Santiago Carrillo (PCE), legalizado el 9 de abril de 1977, va acumulando divisiones internas motivadas por el abandono del marxismo-leninismo, el alejamiento de la URSS y países del Pacto de Varsovia, el acercamiento al PC italiano iniciador del eurocomunismo y la sucesiva pérdida de masa electoral pasando de casi dos millones en 1979 a solo ochocientos mil en 1982. En 1986, ya con Gerardo Iglesias como líder, se integra en Izquierda Unida (IU) y más recientemente en Podemos.

         El PSOE de Pedro Sánchez ¿podemos decir que es un partido unido de forma monolítica? Ni los más optimistas de entre sus militantes darían una respuesta afirmativa, solo hay que retroceder apenas unos meses cuando destituyeron al hoy secretario general, hombre persistente donde los haya y capaz de aliarse con el diablo si preciso fuera. Crisis cerrada en falso que no aflorará mientras ostente el gobierno de la nación, pero que muchos socialistas de la transición manifiestan públicamente un día sí y otro también. Es cuestión de tiempo, poco, para que los primeros reveses serios en las elecciones de mayo (pese a las encuestas del CIS de Tezanos) hagan volver a la cruda realidad de un partido, por otra parte, imprescindible para la buena marcha democrática de España, necesitado de una profunda y urgente catarsis.

         De populista Podemos no hace falta explicar demasiado sobre el actual proceso de descomposición, como siempre con origen en sus discrepancias internas. Las expulsiones o abandonos de Bescansa, Maduro, Errejón, Espinar…, las discrepancias con Teresa Rodríguez y sus anticapitalistas y algunas mareas poco afines, pueden suponer el final de la formación morada o el pase a una representación meramente testimonial de la mano de IU.

         Ciudadanos parece ser el partido del futuro inmediato, su crecimiento es constante y, sobre todo, su triunfo en Cataluña lo ha elevado a la cúpula de las formaciones políticas de la España del Siglo XXI. No se observan fisuras internas, que es la enfermedad de la que mueren los partidos, y mientras sigan siendo un bloque, los errores y equivocaciones de principiante que han cometido, no le pasarán factura. Otra cosa es las que puedan cometer en el ejercicio de gobierno. Veremos como lo hacen en Andalucía.

         Por último Vox, el más joven y pujante de los partidos políticos, que ha sorprendido a propios y extraños, sobre todo extraños, con sus resultados en Andalucía, primera cita electoral a la que acudían. Se preparan concienzudamente para mayo conscientes de que su éxito, en gran parte, en una gran parte, proviene de los errores ajenos, de las políticas que, sobre todo la izquierda, lleva en Cataluña, política económica, autonomías y, lo que está más en juego: la unidad de España.

         Este es el panorama político español cuando nos preparamos para un largo periodo electoral que culminará, el domingo 26 de mayo de 2019, con elecciones locales, autonómicas, europeas y, quien sabe si generales. Un largo periodo lleno de promesas, descalificaciones mutuas, ataques personales, encuestas manipuladas, “fake news”, injerencias extranjeras de una y otra parte y en medio nosotros, los electores españoles, jugándonos el futuro.



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