sábado, 5 de marzo de 2016

EL PROGRESO

Publicado en el diario La Razón, el sábado 5 de Marzo de 2016

               Además de nombre de una calle de la preciosa ciudad de Vigo, que evoca inolvidables momentos de mis años en la Escuela Naval de Marín, es un concepto cautivo de la izquierda política española que lo ha hecho suyo.
         Se autodenominan “progresistas” y se lo adjudican en exclusividad, como si los demás no optáramos por progresar en todos los órdenes de la vida, entendiéndolo siempre como mejora. Todos aspiramos a progresar en nuestro trabajo, vida social, económica, cultural, formación. Nadie quiere ir hacia atrás, entendiéndolo como retroceso, como vuelta a situaciones superadas.
         Por el contrario, esa misma izquierda adjudica un pretendidamente  descalificador “conservador” a la derecha que llaman inmovilista y retrógrada.
         Sin embargo los hechos, y los gestos, que son muy importantes y significativos, hablan de todo lo contrario. El “progresista” Pablo Iglesias se remonta a los años de plomo y saca a pasear la cal, los GAL y los terroristas de ETA, a quienes vitorea, para armar su discurso en el Parlamento. Nada de “progreso”, nada de futuro, nada de mejora para el mañana de los ciudadanos españoles a los que aspira a gobernar, más bien se trata de resucitar ese pasado triste y luctuoso por el que pasó el pueblo español para, apoyándose en él, auparse por encima de sus adversarios políticos.
         La España que nos promete el líder “progresista” me recuerda, hasta con los besos entre hombres, los regímenes comunistas de la Europa del Este enterrados en 1989 con la caída del muro de Berlín y que tan bien conocí antes de su venturosa desaparición.
         Iglesias, Pablo Manuel, cambió su discurso durante la campaña electoral y pasó de una izquierda radical  y “regresista” (debería existir el término para definir este regreso a tiempos nefastos y superados) a una socialdemocracia nórdica, pero las encuestas le hicieron volver a las barricadas donde definitivamente se ha instalado y donde ha encontrado, no ahora sino desde su convivencia con el chavismo más duro, su espacio natural.
         Ignoro el atractivo que los discursos populistas, fáciles y nada comprometidos, que ofrecen, como un ungüento mágico, soluciones para todo, sin explicar cómo se logran, tienen para esos cinco millones de españoles que les han votado el 20 de diciembre pasado, pero nadie sensato puede verse atraído por sus llamadas a la violencia contra el Estado (You Tube, Pablo Iglesias: “el derecho a portar armas es una de las bases de la democracia”) ensayado con éxito en el barrio de Gamonal en Burgos en enero de 2014, aprovechando una, posiblemente justa, protesta vecinal, ni su aspiración a convertirnos en la Venezuela europea.
         Son efectistas en sus gestos y logran portadas y gran repercusión mediática llevando a un bebé el Congreso, besándose, o lo que haga falta, siempre  que sirva para ocultar lo vacío y regresivo de sus propuestas.
         En los ayuntamientos donde gobiernan, apoyados en muchos casos por un desconocido PSOE, el espectáculo de los plenos es impresentable y violento (de momento en expresiones, insultos y gestos) y no me invento nada, son visibles en grabaciones que corren por las redes sociales, apoyados por grupos de público convenientemente aleccionado.
         Hay muchas posibilidades de que volvamos a las urnas en unos meses, de que tengamos una segunda oportunidad de votar por el progreso, pero el de verdad, no el ficticio, fingido, falso, imaginario, fantástico, irreal, novelesco, legendario, quimérico y utópico. Vds. verán.

6 comentarios:

  1. No sé si la gente es consciente de todo lo que dices. No entiendo que sean tan fáciles de engañar. A veces me cuesta admitir lo de "un hombre, un voto"...

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    1. La palabra no es engañar,es encauzar llevarlos a donde yo quiero y para eso hay muchas técnicas,es marketing

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  2. Tienes toda la razón, Jaime. Pero aún te has quedado corto. Porque ha empezado a producirse en la práctica política, siguiendo las pautas consabidas, la orquestación asamblearia, la intimidación del ciudadano sensato y pacífico que aún cree en la democracia, que no quiere meterse en líos y que ve acallada su opinión por gritos y amenazas bien tramados y dirigidos. Y todo ello con el apoyo de algunos - bastantes - medios de comunicación que, mientras van socavando sutilmente la forma de pensar y de sentir, el concepto de lo que está bien y está mal, los principios en suma en los que se ha basado nuestra convivencia, remueven y airean machaconamente la parte del lodazal que favorece al "progresismo regresivo" que con acierto has definido. Y mientras tanto, la mayoría ganada en las urnas se ve relegada a un papel de comparsa, porque lo moderno y progresista es la demagogia, la fácil promesa de alcanzar el "paraiso igualitario" y el engaño al incauto. Es cierto que es necesario un cambio. Pero un cambio a mejor, no a la torticera interpretación del cambio basado en la destrucción, en el quítate para ponerme yo adoptado como eslogan por quienes, si se les deja, volverán a llevarnos a la desunión y la ruina
    Un abrazo

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  3. Fantástico Jaime. Conciso, demoledor, desmatelador y PROGRESISTA. Estos nuevos profetas, que se creen que nos están abriendo los ojos a todos con sus "nuevos conceptos", no obedecen más que a la Ley del Badajo: antes ellos, ahora nosotros, independientemente de que ELLOS lo hayan hecho bien o mal. Es el ansia de poder que nada tiene que ver con el prójimo... soy yo, luego yo y si queda algún resquicio, yo también.
    Caen por su efímero y propio peso, el problema y nuestra habilidad, está en que no nos arrastren.. Un abrazo . Moncho

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  4. Cuanta razón tienes Jaime. Yo tengo esperanza en nuevas elecciones y que la gente se dará cuenta de lo que nos jugamos, sobre todo los "tontos útiles" que han votado a Ciudadanos; son cargantes con su presunta superioridad moral y ya se les ha visto el plumero; Girauta, al que seguí varios años, nunca me gustó. Un fuerte abrazo. Jose

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