LA TERCERA LEY DE NEWTON
Supondría una peligrosa inconsciencia
por parte de la izquierda radical española, la izquierda ácrata y antisistema
representada por Podemos, Bildu y los separatistas catalanes del estilo Torra,
que desprecian, insultan y agreden, de palabra o de obra, a quien no piensa
como ellos, sería una irresponsabilidad digo, ignorar que a toda acción se corresponde una reacción y
que si hay una extrema izquierda, no tardará en aparecer una extrema derecha
estilo del Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia, que disputó en segunda
vuelta nada menos que la presidencia de la República Francesa, el UKIP de Nigel
Farange en Reino Unido, el Partido Popular Danés de Kristian Thulessen, Ley y Justicia polaco, el Partido de la Libertad
en Austria o el esperpento italiano donde gobiernan en coalición la extrema
derecha de La Liga y el populista Movimiento Cinco Estrellas, todos ellos con
factores comunes como el nacionalismo a ultranza, el cierre de fronteras a la
inmigración, y el euroescepticismo.
Los continuos insultos a Su Majestad El
Rey, al himno y a la bandera de España, el insulto que supone la
eliminación del callejero de ilustres héroes nacionales como el Almirante
Cervera y aún más afrenta cuando se le sustituye por un cómico, con perdón de
los cómicos, Rubianes, un soez y grosero humorista, perdón también a los
humoristas, absolutamente impresentable, por ser suave con una persona que ya
no puede defenderse.
Dividir a la sociedad española, como lo
está la catalana, no puede salirle gratis a la extrema izquierda ni a los
separatistas. Las dos Españas de Antonio Machado ya nos están helando el
corazón. Parece el desgraciado sino de este país cuyo siglo XIX, por no
remontarnos a tiempos más pretéritos, estuvo plagado de enfrentamientos armados
entre españoles con tres guerras carlistas, motines y revueltas.
Parecía que tras el fracasado golpe de
Estado de izquierdas contra la II República, sofocado por el presidente Lerroux
en Asturias en 1934 y el golpe de Estado de Franco, seguido de la cruenta Guerra
Civil de 1936, habíamos aprendido a convivir, asumiendo las diferencias
culturales e ideológicas de unos y otros como, si cabe, un enriquecimiento
mutuo. Cuarenta años de franquismo,
un régimen autoritario, donde las libertades políticas estaban secuestradas
pero que, tras los primeros años de represión, emprende la reconstrucción de
una nación destrozada en todos los sentidos, en los primeros sesenta, con políticas
expansivas en lo económico y social y de integración internacional. Logros sociales que son desdeñados hoy sin
que, en muchos casos, hayan podido ser superados por la democracia del 78.
Tras la
muerte de Franco y se produce el
advenimiento de la monarquía parlamentaria con una Constitución, la de 1978,
votada afirmativamente por más del ochenta y ocho por ciento de los españoles,
incluidos los catalanes que la aprobaron nada menos que con el noventa y dos
por ciento y se promulga una generosa Ley
de Amnistía en 1977, donde hasta los terroristas de ETA fueron amnistiados.
Cuarenta
años más tarde, es decir, ahora, separatistas y antisistema quieren romper ese
consenso masivo del 78 en el que todos tuvieron que ceder de sus intereses
e ideales en beneficio de la concordia, y de la convivencia en paz.
Hay quien se empeña en tirar por la borda
todo lo conseguido. Los independentistas de nuevo cuño, la mayoría de ellos
no vivieron el franquismo, reivindican una libertad de la que dicen no han
gozado, sin considerar que han sido sus autonomías las que, gracias a la
solidaridad del resto de los españoles, han conseguido mayores cotas de
desarrollo.
Políticas poco rigurosas, forzadas por una
ley electoral francamente mejorable, que imponía pactos contra natura entre
quienes debían gobernar y defender la Constitución Española y quienes
aprovechaban esa debilidad de los sucesivos gobiernos para, mediante políticas
educativas descaradamente adoctrinadoras en el odio a España, creaban el
caldo de cultivo para la división de la sociedad y, en palabras de Arzallus,
recogían las nueces del nogal que movían los etarras.
Mirar
para otro lado, ignorar lo que pasa, sobre todo lo que pasa
entre quienes no tienen otro objetivo que la división y el odio, lo que, llegado
el caso, derivará en el enfrentamiento
civil, como ya, desgraciadamente está ocurriendo en Cataluña, donde del acoso,
el insulto, la amenaza en lugares públicos, centros de enseñanza o lugares de
trabajo, se ha pasado al enfrentamiento entre catalanes, unos poniendo
cruces amarillas y otros quitándolas, manifestándose el mismo día y en el mismo
sitio vociferando opuestas reclamaciones, separados por la policía autonómica,
que con frecuencia solo reprimen a una de las partes, ya pueden imaginar cual.
Las políticas de implantación de una ideología de género,
del aborto, la eutanasia y las uniones civiles entre personas del mismo sexo
con todas las variantes que sean capaces de imaginar, no persigue otro objetivo que la destrucción de la familia tradicional,
la que se ha considerado siempre como el pilar básico de la sociedad. La
familia que ha salvado situaciones muy complicadas cuando la crisis de 2007 ha
cargado sobre las espaldas de sus miembros mejor situados el peso de familias
enteras en paro o pensiones bajas e insuficientes. Esa es la familia de lazos
afectivos indestructibles la que estas leyes que cito pretenden destruir y
desgraciadamente lo logran.
Loa
ataques a las creencias religiosas, naturalmente solo de los católicos, no se
atreven con otras confesiones cuya reacción no sería tan pacífica,
organizando procesiones blasfemas, insultos a Dios como los proferidos por el
actor, perdón ahora a los actores, Willy Toledo, el intento de incendio de
algunas iglesias que afortunadamente, por el momento, no han pasado de las
puertas chamuscadas o el asalto a las capillas universitarias por los
podemistas al grito de una concejala madrileña “Arderéis como en el 36”.
Los
populistas manejan bien los medios de comunicación y las redes sociales, saben
hacer la foto oportuna, el gesto populista de recibir con gran
despliegue a sesenta inmigrantes en Barcelona, mientras en un solo fin de
semana llegan a las costas andaluzas cerca de mil náufragos recogidos por los
barcos de Salvamento Marítimo a los que ningún medio presta atención.
Podríamos
seguir desenmascarando lo que la izquierda radical y los separatistas españoles
han hecho de nuestro país en los últimos años, como seguimos
teniendo unos índices de nuestro sistema
educativo a la cola del mundo civilizado, como no tenemos ni una sola universidad
entre las cien primeras del mundo…
Isaac
Newton formuló su tercera Ley de la física moderna, conocida como el principio
de la “acción y reacción”: “Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria:
quiere decir que las acciones mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y
dirigidas en sentido opuesto” Pues eso.
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