Una niña de apenas siete años se inmola con un cinturón de explosivos en el mercado de Postikun, en el noreste de Nigeria. La autoría es reivindicada por la franquicia de radicales islamista Boko Haram que significa “la educación occidental está prohibida” y pretende crear un estado islámico en el norte de Nigeria, de mayoría musulmana.
Apenas unos días antes otras
dos jóvenes hicieron explotar, o se los hicieron explotar a distancia, los explosivos que llevaban alrededor
de sus cuerpos causando 59 muertos y otros tantos heridos, en la misma zona
geográfica.
Recordarán el triste episodio del secuestro de doscientas alumnas de un colegio efectuado por el
mismo grupo en una escuela al norte de Nigeria.
Escribía
en estas mismas páginas el 16 de septiembre de 2015, hace ya más de un año: “Aunque la
fuerza de una imagen, como la del niño sirio ahogado en una playa de Turquía, debería
ser de por si suficiente para mover las
conciencias de los políticos occidentales, no lo son menos las palabras de otro
niño, Nada Nussir, yemení de siete años, que gritaba junto al cadáver de su
amigo Abdul Rahman, de solo cuatro años, abatido por un francotirador: “Por favor, paren esta guerra”.
Millones
de niños sirios, libios, yemenís o iraquís no quieren abandonar sus países.
Pero mientras no se pare esta guerra,
seguiremos viendo impotentes el sufrimiento hasta la muerte de millones de niños.
Los yihadistas del DAESH
utilizan como escudos humanos a los habitantes de las ciudades ocupadas,
niños incluidos. En esta guerra tan confusa, donde los combatientes militan en
múltiples bandos, (turcos contra kurdos; rusos y sirios contra milicias
rebeldes sirias; y todos, incluidos americanos y jordanos contra el DAESH) las
principales víctimas son los niños que también se cuentan por miles entre los
que arriesgan sus vidas en el Mediterráneo o entre los millones de refugiados
en los precarios campamentos de Siria, Turquía o la Unión Europea.
Existe también un mercado
de órganos humanos extraídos a esos niños que vagan sin rumbo por esos
países o incluso por Europa, sobreviviendo a sus padres.
Nunca como hasta ahora la humanidad entera ha podido ver a través de las
cámaras de televisión estas tragedias, pero la repetición de esas imágenes un
día sí y otro también, parece que mueve a la indiferencia a los políticos
europeos.
Alepo ha costado muchas vidas, pero la acción
decidida de Rusia y Siria ha conseguido liberarla y el regreso de sus
habitantes, como ocurrió el Palmira, aunque como venganza los yihadistas hayan asesinado al embajador ruso en
Turquía al grito de “Esto por Alepo”.
Lo deseable siempre es que no haya muertes de seres humanos, niños o
adultos, pero las guerras generan esas muertes no solo en los ejércitos
combatientes sino en los llamados daños colaterales. Las guerras terminan con la derrota de uno de los bandos o su rendición.
No parece que los yihadistas estén por la segunda opción así que habrá que
imponer la primera y cuanto antes mejor. Se evitarán muchas muertes.
Un auténtico horror, cada vez más próximo e intenso, al que no prestamos la atención que merece; mil gracias de nuevo por poner el dedo en la llaga para que sepamos que hay llaga y dónde está. Otro abrazo. Paco
ResponderEliminarAsí es Jaime desgraciadamente. Mientras no se aplaste a los terroristas y se dejen de mrdias tintas esto continuará. Un abrazo. Pepe
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Un abrazo. Fede
ResponderEliminarMe ha encantado el artículo. Qué pena de criaturas. ¿Qué será de ellos en el futuro?. Laura
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