Publicado en La Razón el 20.12.2019
Quedarán, casi exclusivamente,
como un estilo literario, ciertamente muy importante pero falto de actualidad.
La guerra cibernética es, hoy por hoy, la principal actividad de los servicios
de inteligencia y contrainteligencia a partes iguales, según sea para
actividades de espionaje sobre objetivos determinados o en oposición a las
actividades realizadas o pretendidas por servicios extranjeros sobre objetivos
a proteger.
Para quienes
hemos vivido en primera línea la Guerra Fría entre la OTAN o el Pacto de
Varsovia, no solo en el escenario europeo, y hemos conocido de primera mano el
trabajo arriesgado, eficaz e importante de “agentes operativos”, tenemos que
lamentar tan sensible pérdida.
Hoy se espía desde despachos
dotados de los más modernos sistemas informáticos apoyados por satélites espías,
drones, cámaras de reconocimiento facial y técnicas de hackeo o se influye
sobre procesos electorales o cualquier conflicto social mediante “fake news” (noticias falsas) de una técnica tan depurada
que son fácilmente admitidas como verdaderas por el público objetivo.
El “fenómeno” no es nuevo.
Hace ya varios años que nuestro servicio de inteligencia, el CNI, tiene adscrito
el Centro Criptológico Nacional (CCN) que tiene por misión proteger nuestras
comunicaciones de todo tipo de acciones perturbadoras exteriores. El CCN emite
informes de alerta sobre estas acciones perturbadoras procedentes de otros
actores cuyos intereses son opuestos a los nuestros y tratan de perjudicar
nuestra economía, nuestra convivencia o nuestros intereses empresariales en beneficio
de los propios, a la vez que trata también de solucionar los problemas que
estas acciones originan, como lo sucedido recientemente con el sistema
informático del Ayuntamiento de Jerez de la Frontera o el “procés” de Cataluña.
Me comentaba un compañero recientemente
que antes “éramos espías y ahora somos burócratas”, lo que refleja con mucha
realidad la evolución de los servicios de inteligencia que han pasado, en un
muy importante tanto por ciento de su actividad, de la adquisición de inteligencia
por medios humanos (Humint) o la inteligencia de señales (Sigint) a la Osint
descrita más arriba.
¿Quiere esto decir que ya no son
necesarios los agentes operativos en un servicio de inteligencia? Desde mi
punto de vista sí que lo son, quizás con misiones distintas, en muchos casos
más que para la adquisición de información, lo son para comprobación de la
veracidad de las informaciones obtenidas por otros medios y como certificación
de lo ya sabido.
No conozco los planteamientos actuales
de los servicios de inteligencia para prevenir las actividades de grupos
terroristas o criminales contra la seguridad de sus cuidadnos o sus insertes,
pero no se me ocurre ninguno más eficaz que las infiltraciones en esas
organizaciones criminales. Más difícil y arriesgado sin duda, pero
insustituible por medios técnicos por muy avanzados que sean. Siempre según mi subjetiva
opinión, claro.