sábado, 22 de octubre de 2016

GENOCIDIOS DEL SIGLO XXI

Publicado en el diario La Razón el sábado 22 de Octubre de 2016


               Las guerras son muy crueles, se cobran miles o millones de víctimas inocentes. Todas, grandes o pequeñas, son el más grave exponente de la incapacidad del ser humano de convivir pacíficamente con quienes tienen ideas, religiones o intereses distintos.


         Los orígenes son muy variados, mejor dicho, la espoleta puede ser distinta, pero casi siempre el elemento común es el odio que puede estar cimentado en mil causas, recientes o remotas. Intereses económicos, afanes expansionistas o cualquier otra motivación se fragua durante un periodo de tiempo más o menos largo. La motivación no es espontanea ni estalla una guerra sin que tenga el caldo de cultivo adecuado.

         Guerras civiles, insurgencias o guerrillas, tienen actores y bandos muy definidos. No así el terrorismo cuyo único objetivo es hacer vivir en situación de pánico, aterrar a la población de un país ante lo imprevisto.

         Sin embargo, entre las muchas guerras que la humanidad sufre en estas primeras décadas del siglo XXI, hay un elemento que parecía superado y que amenaza con volver: la confrontación entre las dos grandes potencias y sus respectivos aliados, incruenta durante la llamada “guerra fría”.

         Rusia y Occidente ya libraron una guerra en Crimea a mitad del siglo XIX (1854-1856), la primera guerra europea desde las napoleónicas. La espoleta: liberar a Turquía de la invasión rusa e impedir que Rusia alcanzara una salida al Mediterráneo.

Ya en este siglo, en febrero y marzo de 2014, Rusia se anexiona Crimea, esta vez sin oposición, favorecida por los pro rusos ucranianos, e intenta, persistiendo en ello, la anexión del este de Ucrania en una nueva versión de la guerra que, a diferencia de una invasión militar clásica, o una guerra de frentes, se conoce como guerra híbrida que es una combinación de estrategias militares con operaciones de inteligencia, amenazas y presiones que entran dentro del concepto de guerra psicológica sobre la población a invadir hasta captar su voluntad.

La respuesta de Occidente (EEUU) ha sido el despliegue del “escudo antimisiles” en Europa, lo más próximo a las fronteras rusas, con un coste total de 59.000 millones de dólares, lo que será sin duda el inicio de una nueva carrera de armamentos, en respuesta a las acciones militares rusas y la modernización de su armamento.

         Alabé en estas mismas páginas (“Regreso a Palmira”) la rapidez y eficacia de las Fuerzas Armadas rusas en la reconquista de Palmira, lo que permitió el regreso de más de tres mil familias y las labores de reconstrucción de hospitales y prestación de ayuda humanitaria, aunque también destacaba que Putin está utilizado esta guerra para probar sus nuevas armas.

         El autogolpe del Presidente turco Erdogan, con miles de detenciones y ya veremos si ejecuciones; el inacabable conflicto turco - kurdo; la guerra civil siria entre las tropas regulares de Al Assad (amigo de Occidente hace nada y ahora terrible enemigo a eliminar) y los guerrilleros rebeldes, apoyados los primeros por Rusia y los segundos por los EEUU; y la guerra de todos contra el DAESH, hacen muy difícil, sino imposible, siquiera un “alto el fuego” temporal que alivie la situación desesperada de la población civil, la que se ha visto obligada a huir a Europa como refugiados o la que permanece en ciudades como Mosul y Alepo, sufriendo los diarios bombardeos.

         Los millones de refugiados que logran llegar a Europa, más los miles que mueren en el Mediterráneo o las víctimas directas de los bombardeos de unos u otros, para vergüenza de los dirigentes del primer mundo, (ese que llamamos desarrollado y cuyo desarrollo es solamente tecnológico, habiendo retrocedido y abandonado sus referencias morales y éticas), que son incapaces de llegar a un mínimo acuerdo que permita salvar vidas de los inocentes, abrir pasillos seguros que permitan salir a los civiles, que posibiliten la llegada de ayuda humanitaria, que todas las partes respeten los “alto el fuego” que se acuerden y que estos sean tan amplios como sea necesario parando un vergonzante genocidio del que todos son culpables, pero de forma especial quienes tienen en su mano el alivio o la solución a tanto sufrimiento, las grandes potencias cuyos intereses económicos, de influencia en la región, o de proyectos de gaseoductos en la zona, son su principal motivación.

         Millones de seres humanos, la población civil de esos países en guerra solo tiene dos salidas: permanecer en sus países sufriendo bombardeos, sin alimentos ni asistencia médica y sometidos a los terroristas, o jugarse la vida intentando llegar a Europa, donde no son bien recibidos y están a meced de las mafias que los explotan o los conducen a una muerte segura.


jueves, 6 de octubre de 2016

CEGUERA POLÍTICA

Publicado en el diario La Razón el jueves 6 de Octubre de 2016                


             

                                  
                    
Cuando se inició este largo y tedioso proceso de elección general tras elección general, rondas sucesivas de consulta de SM El Rey, salpimentadas con elecciones andaluzas, primero, y gallegas y vascas, últimas por ahora, después, había la conciencia colectiva de que se presentaba una magnífica ocasión de acometer las reformas constitucionales necesarias.

El hecho de que ningún partido obtuviera mayoría absoluta obligaba a pactos de gobierno y con la radicalización de los partidos regionales, fundamentalmente los catalanes, la formación de la gran coalición de los partidos constitucionalistas, PP, PSOE y Ciudadanos iba a permitir acometer todas las reformas y pactos de Estado pendientes sobre cuestiones tan importantes como la Educación, la Justicia, las pensiones o las leyes que regulan las relaciones laborales.

Esto, que muchos españoles vimos como la gran oportunidad, entre otras cosas porque cumplía con las mayorías exigidas por la propia Constitución para su reforma, parece que muy pocos políticos consideraron de igual manera. A pesar de la dura campaña electoral y de las líneas rojas que algunos líderes políticos establecieron, a pesar de las duras descalificaciones personales, una vez celebradas las elecciones y a la hora de formar un gobierno, se esperaba una altura de miras, un considerar en primer lugar el bien común de todos los españoles, un poner los intereses de España por delante de los del partido o personales.

Lo que realmente ha sucedido todos los españoles lo sabemos y sufrimos, el bochornoso espectáculo de un PSOE dividido al cincuenta por ciento entre los seguidores y detractores de un líder de perfil muy bajo, un PP que desaprovechó la mayoría absoluta para hacer reformas importantes consensuadas, para haberse olvidado de la prepotencia y las faltas de consideración hacia sus electores, para haber acertado con una política de comunicación más cercana y amplia, perseguir a sus propios militantes corruptos y desmarcarse de ellos, implantar la transparencia y democratizar el partido.

Solamente Ciudadanos, que propuso desde el principio la gran coalición, sin interés en participar directamente en el gobierno que se formase, luchó por conseguirlo y una vez desechada por PSOE y PP, fue capaz de firmar con unos y otros unos acuerdos coincidentes en más de cien puntos con ambos partidos. ¿No hubiera sido una buena base para el entendimiento entre los dos partidos mayoritarios?

¿Es que no saben que ningún partido en solitario o coalición de derechas o izquierdas por si sola tiene posibilidad de llevar a cabo las reformas que prometen? Mayorías que, para su seguridad, establece la propia Constitución. ¿Es que están todos ciegos o no conocen el largo y proceloso camino que se requiere? ¿A qué viene prometer cambios constitucionales, como convertir a España en una federación, sin tener mínimamente asegurado el acuerdo con los demás partidos?

Era momento de consensos, de acuerdos, de remar todos en el mismo sentido y lo han convertido en una lucha encarnizada por el poder, iniciada con insultos, negativas al diálogo, líneas rojas, escándalos de corrupción y descalificaciones. Pobre España, no se merece los políticos que tiene.