Las guerras son muy crueles, se cobran miles o millones de víctimas inocentes. Todas, grandes o pequeñas, son el más grave exponente de la incapacidad del ser humano de convivir pacíficamente con quienes tienen ideas, religiones o intereses distintos.
Los orígenes
son muy variados, mejor dicho, la espoleta puede ser distinta, pero casi
siempre el elemento común es el odio que
puede estar cimentado en mil causas, recientes o remotas. Intereses
económicos, afanes expansionistas o cualquier otra motivación se fragua durante
un periodo de tiempo más o menos largo. La motivación no es espontanea ni
estalla una guerra sin que tenga el caldo de cultivo adecuado.
Guerras
civiles, insurgencias o guerrillas, tienen actores y bandos muy definidos. No
así el terrorismo cuyo único objetivo es
hacer vivir en situación de pánico, aterrar a la población de un país ante lo
imprevisto.
Sin
embargo, entre las muchas guerras que la humanidad sufre en estas primeras
décadas del siglo XXI, hay un elemento que parecía superado y que amenaza con volver: la confrontación entre
las dos grandes potencias y sus respectivos aliados, incruenta durante la
llamada “guerra fría”.
Rusia y Occidente ya libraron una guerra en Crimea a mitad del
siglo XIX (1854-1856), la primera guerra europea desde las
napoleónicas. La espoleta: liberar a Turquía de la invasión rusa e impedir que Rusia alcanzara una
salida al Mediterráneo.
Ya en este siglo, en febrero y marzo de 2014, Rusia se
anexiona Crimea, esta vez sin oposición, favorecida por los pro rusos
ucranianos, e intenta, persistiendo
en ello, la anexión del este de Ucrania en
una nueva versión de la guerra que, a diferencia de una invasión militar clásica,
o una guerra de frentes, se conoce como guerra
híbrida que es una combinación de estrategias militares con operaciones de
inteligencia, amenazas y presiones que entran dentro del concepto de guerra
psicológica sobre la población a invadir hasta captar su voluntad.
La
respuesta de Occidente (EEUU) ha sido el despliegue del “escudo antimisiles” en
Europa, lo más próximo a las fronteras rusas, con un coste
total de 59.000 millones de dólares, lo que será sin duda el inicio de una nueva carrera de armamentos,
en respuesta a las acciones militares rusas y la modernización de su armamento.
Alabé en estas mismas páginas (“Regreso a
Palmira”) la rapidez y eficacia de las Fuerzas Armadas rusas en la reconquista
de Palmira, lo que permitió el regreso de más de tres mil familias y las
labores de reconstrucción de hospitales y prestación de ayuda humanitaria,
aunque también destacaba que Putin está utilizado
esta guerra para probar sus nuevas armas.
El
autogolpe del Presidente turco Erdogan, con miles de detenciones y ya veremos
si ejecuciones; el inacabable conflicto turco - kurdo; la guerra civil siria
entre las tropas regulares de Al Assad (amigo
de Occidente hace nada y ahora terrible enemigo a eliminar) y los guerrilleros
rebeldes, apoyados los primeros por Rusia y los segundos por los EEUU; y la
guerra de todos contra el DAESH, hacen muy
difícil, sino imposible, siquiera un “alto el fuego” temporal que alivie la
situación desesperada de la población civil, la que se ha visto obligada a
huir a Europa como refugiados o la que permanece en ciudades como Mosul y Alepo,
sufriendo los diarios bombardeos.
Los
millones de refugiados que logran llegar a Europa, más los miles que mueren en
el Mediterráneo o las víctimas directas de los bombardeos de unos u otros, para vergüenza de los dirigentes del primer
mundo, (ese que llamamos desarrollado y cuyo desarrollo es solamente
tecnológico, habiendo retrocedido y abandonado sus referencias morales y éticas),
que son incapaces de llegar a un mínimo acuerdo que permita salvar vidas de
los inocentes, abrir pasillos seguros que permitan salir a los civiles, que posibiliten la llegada de ayuda
humanitaria, que todas las partes respeten los “alto el fuego” que se
acuerden y que estos sean tan amplios como sea necesario parando un vergonzante genocidio del que todos son culpables,
pero de forma especial quienes tienen en su mano el alivio o la solución a
tanto sufrimiento, las grandes potencias
cuyos intereses económicos, de influencia en la región, o de proyectos de
gaseoductos en la zona, son su principal motivación.
Millones de
seres humanos, la población civil de esos países en guerra solo tiene dos
salidas: permanecer en sus países sufriendo bombardeos, sin alimentos ni asistencia
médica y sometidos a los terroristas, o jugarse la vida intentando llegar a
Europa, donde no son bien recibidos y están a meced de las mafias que los explotan o los conducen a una muerte
segura.