No me gusta tener que escribir sobre esto, pero tampoco me gusta, o me gusta menos, callarme las cosas que se están viendo en esta continua campaña electoral que dura ya demasiado.
Me refiero a actos aislados de violencia que se están produciendo cada día con más
frecuencia y cuyos protagonistas son componentes de colectivos que dieron
origen al 15M y más tarde a Podemos. Las
Iglesias católicas y capillas universitarias son sus preferidas (a una
mezquita o sinagoga ni mirarlas, son así de cobardes)
Ya nos hemos referido, en anteriores
ocasiones, a interrupciones con gritos e insultos de las intervenciones de
concejales de los partidos “constitucionalistas”, a cargo del “público
asistente” en plenos municipales en los ayuntamientos gobernados por la extrema
izquierda, permitido e incluso alentado por las presidencias.
Insultos, rotura de pancartas y otros
elementos propagandísticos en mesas instaladas en la vía pública como elementos
de difusión de sus programas. Grupos de
diez o doce violentos a veces acompañados por perros de gran tamaño.
Insultos, rotura de pancartas y
expulsión de los componentes de los demás partidos en manifestaciones públicas
sea cual sea la causa que la provoque. No admiten la presencia de otros
partidos y pretenden monopolizar
cualquier actividad en público. Es una monopolización de “la calle” es querer
quedarse con “la calle”.
Dos
jóvenes fueron apaleadas y arrastradas por el suelo por vestir la camiseta de
la selección española en Barcelona, donde días más tarde, un grupo “antidesaucios” insulto y agredió a políticos del PP.
Los dirigentes de ese partido, convertido a la socialdemocracia sueca en campaña
electoral, (la piel de cordero del momento) no se acuerdan de sus
manifestaciones públicas a favor del empleo de la violencia. Incluso su líder, Pablo Iglesias, daba por hecho, en un
acto público con sus seguidores, que
todos sabían fabricar cocteles Molotov, o el alcalde de Cádiz anunciando que “la próxima visita será con dinamita”.
Pocas bromas con eso.
Ahora los dirigentes se han puesto la
piel de cordero y hasta reniegan de su pasado como asesores del gobierno
bolivariano de Venezuela, admiten que la situación en el país sudamericano es
una catástrofe y que hay cosas que se están haciendo mal, como si ellos no
hubieran tenido nada que ver y además lo han cobrado muy bien. Los dirigentes pretenden dar la imagen de
tolerantes de buenos chicos que solo buscan el bien común. El trabajo sucio se
lo dejan a sus bases.
Lo dijo Pablo Iglesias en un congreso de Podemos: "El
cielo no se toma por consenso, sino por asalto" la frase contiene un concepto, el del
asalto a los cielos, con el que Karl Marx describió las aspiraciones de la
Comuna, la fugaz insurrección que tomó el poder en París entre marzo y mayo de
1871.
Eso ahora, con tanto en juego, no
interesa, pero dicho está. El marketing, que dominan a la perfección, les impone la moderación de
los dirigentes y la violencia de los “incontrolados”. Todos los demás partidos debían ser conscientes de lo que nos jugamos y
hacer frente común contra la violencia verbal y física, antes de que vaya a
más, que irá si no se para.
De lo que son capaces en cuestión del uso de violencia en manifestaciones públicas, acabadas en
autenticas guerrillas urbanas, en España ya hemos tenido bastantes
experiencias, iniciadas en el barrio de Gamonal de Burgos en enero de 2014.
No sé que será peor, si que ganen o que pierdan, porque tienen muy mal
perder.
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