lunes, 25 de septiembre de 2017

ASESINATOS POLÍTICOS


Publicado en "El DEBATE DE HOY" el sábado 16 de Septiembre de 2017

El valor de la vida humana se ha hecho insignificante, no ya para los fanatizados terroristas o los ofuscados proabortistas, sino para políticos sin escrúpulos para los que todo vale con tal de mantenerse en el poder.

Puede parecer cosa de otros tiempos, del siglo XX tan pródigo en magnicidios, como los dos últimos, de los hermanos Kennedy, John en 1963 y Robert en 1969, cuyas investigaciones, después de más de cincuenta años, no han servido para identificar a los verdaderos autores. (Ni las muertes de Oswald y Rudy están claras). Los asesinatos políticos han existido siempre, más o menos conocidos, los hay y los seguirá habiendo. Ya en nuestro siglo XXI tenemos algunos casos sin resolver que apuntan, sin demasiadas dudas al crimen político.

Cristina Fernández, ex presidenta de la República Argentina, declaró: “lamento la muerte (del fiscal Alberto Nisman 18 enero 2015) como lamento la muerte de cualquier argentino”, como si el caso de este asesinato no le concerniera directísimamente. No olvidemos que Nisman acusaba a la ex presidenta de encubrir a los terroristas iraníes que en 1994 asesinaron a 85 personas pertenecientes a la mutualista judía AMIA. Ninguna responsabilidad ni aclaración de lo sucedido. El fiscal muerto y todo sigue igual. Han pasado apenas dos años y ya ni se habla del asunto. El silencio y el olvido suele ser el final de estos asesinatos.

Vladimir Putin, presidente de Rusia, se pone de perfil, como si no fuera con él, como si nada supiera del asesinato de Boris Nemtsov, el 27 de febrero de 2015. El líder de la oposición paseaba con su novia, la modelo ucraniana Anna Duritska, frente a la catedral de San Basilio, en plena Plaza Roja, en el centro de Moscú, cuando unos pistoleros se aproximaron por su espalda y acabaron con su vida, no para robarle, no por otro tipo de ajuste de cuentas. Sencillamente era un líder muy activo en contra del gobierno y progresivamente ganaba más seguidores. Un peligro. Cinco chechenos fueron condenados pero nada se sabe ni de la motivación o de lo que es más importante ¿Quién ordenó el asesinato?.

“Crimen casi perfecto contra el ex espía ruso Alexander Litvinenko en Londres el 23 de noviembre de 2006”. Así titulaba la BBC la muerte del espía de la KGB, asesinado por dos agentes compañeros suyos, según manifestó el juez del caso: “Estoy seguro de que el señor Lugovoi y Kovtun colocaron el polonio 210 en la tetera”, refiriéndose a los dos antiguos colegas de Litvinenko, con los que se reunión poco antes de caer enfermo y considerados los principales sospechosos por las autoridades británicas, que pidieron la extradición de Lugovoi y que, naturalmente, fue denegada por las autoridades rusas por falta de pruebas.



En ese mismo año, 2006, también fue asesinada la periodista rusa Anna Politkóvskaya, muy crítica con Putin y especialmente en lo referente a la Segunda Guerra Chechena. Fue tiroteada en el ascensor de su casa de Moscú. Livinenko acusó a Putin de su muerte. Apenas tardaron unos meses en asesinarlo a él.

Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, tras el “autogolpe” del 15 de julio de 2016, y las masivas detenciones, amenaza con la implantación de la pena de muerte, “si el pueblo lo pide”. Pueblo que salió en manifestación en defensa de su Presidente y contra los “golpistas” y que le sigue ciegamente. Algunos de los detenidos tienen todas las papeletas para ser pasados por las armas.
No estamos hablando de fanáticos ni de países del tercer mundo, estamos hablando de países desarrollados, a cuyas sociedades se les suponen unos valores morales y un desarrollo cultural y humanístico donde estos crímenes deberían estar desterrados.

Crímenes silenciados

La cuestión es que solamente una parte de esos asesinatos son conocidos por la ciudadanía, bien por la relevancia del personaje o por filtraciones interesadas, pero muchos otros permanecen en el anonimato o sus víctimas se han dado por desaparecidas.
Previsiblemente, las investigaciones de todos estos asesinatos y algunos más, no llevarán a ninguna parte. En estos casos, el poder político y los ejecutores materiales se aseguran de que así sea. Transcurrido un determinado tiempo, sin resultados concretos, los investigadores van dando por cerrado los casos. Solo la presión de la calle o de los más allegados mantiene una cierta vigencia, pero no dura mucho. Los intereses económicos, los de influencia, los nacionales o incluso los personales de muchos dirigentes están el en origen de esa violencia.

Las revelaciones de Wikileaks


La violencia se enseñorea por nuestro planeta y en nuestro propio continente europeo no acaban de asentarse los cambios que sobrevinieron al fin de la Guerra Fría, tras la caída del muro de Berlín del 9 de noviembre de 1989. Tras los cruentos conflictos armados de la antigua Yugoslavia de los años 90, vivimos desde 2014 un nuevo episodio bélico en Ucrania, con la ocupación por el ejército ruso de Crimea y el este del país y cuyo final no se puede prever, pero no apunta  hacia un acuerdo incruento.

Occidente, o para ser más exacto, la OTAN, no reacciona o reacciona tarde y mal, sobre todo por la falta de unidad de criterio de los países miembros No olvidemos que, por ejemplo, Turquía es miembro destacado y cuenta con la tercera aviación militar del mundo. Sus intereses, tras el interminable retraso y las escasas garantías de la Unión Europea en decidir sobre su ingreso, se acercan a las posiciones de Rusia. El conflicto en Siria e Irak contra el Daesh, con el aditamento de kurdos, rebeldes sirios y los ejércitos regulares de Al-Assad e Irak, propician aún más los encuentros entre Putin y Erdogan.

Ucrania, con la previa ocupación sin resistencia de la península de Crimea, puede derivar en dos situaciones: o el regreso de la Guerra Fría, (nuevo escudo antimisiles norteamericano de 47.000 millones de dólares) o una progresión de los intentos de Putin por la  reconstrucción de la añorada Unión Soviética, o peor aún, que ambas situaciones se superpongan retroalimentándose.

La defensa de los Derechos Humanos

Putin, Fernández, Erdogan y otros mandatarios mundiales, como Nicolás Maduro en Venezuela, son algo más que sospechosos de hacer uso de la violencia política para conservar el poder y reprimir cualquier atisbo de oposición, llegando al asesinato de quienes supongan un obstáculo a sus intereses.

Muchas veces son asuntos internos de los respectivos países, pero organismos como la ONU, tan defensora de los derechos humanos en otras ocasiones, debería pronunciarse e intervenir en auxilio de quienes están siendo asesinados. ¿O prima la no injerencia sobre la justicia? ¿Esas vidas no merecen ser defendidas por la comunidad internacional?

A Cristina Fernández le duele la muerte del fiscal que la acusaba de un gravísimo delito tanto “como la de cualquier argentino”, es decir: nada.

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