miércoles, 30 de octubre de 2019

EL AGENTE OSCURO


            Publicado en el diario La Razón el 30.10.2019


Llevo tres artículos seguidos tratando el tema de las novelas de espías y no por un empeño personal por reivindicar un género literario tan perjudicado por autores desconocedores de la realidad que tienen que basar sus éxitos de ventas, los que los tienen, a base de exagerar hasta el ridículo como una mala película de James Bond.

Aquí, como en todas partes, las hay buenas, malas y regulares y para mi esta clasificación tiene mucho que ver con la credibilidad de lo que se cuenta. Las hay malas por lo exagerado de los personajes y situaciones muy alejadas de la realidad, y entre las buenas se pueden distinguir las que cuentan una historia de ficción, pero creíble y, las mejores, las que cuentan una historia real.

Entre estas últimas está la recientemente publicada por Galaxia Gutenberg, El Agente Oscuro, de autor anónimo y prologada por Ignacio Cembrero. Es la Historia de un infiltrado por el CNI en el yihadismo, contada por el protagonista que, naturalmente, ha decidido permanecer en el anonimato.

La obra narra, con agilidad y precisión, las complicadas y peligrosas actividades de un español a quien el CNI capta y él accede, para infiltrarse, primero en unos grupos radicales de estudiantes universitarios de izquierdas muy relacionados con los servicios secretos cubanos, siempre tan activos en España.

Tras el cese en ese primer escenario, sus circunstancias familiares le llevan a tener un estrecho contacto con imanes y grupos religiosos musulmanes, algunos de ellos radicales, y de nuevo el CNI le dirige para su infiltración en ese ambiente, donde de nuevo rinde un importante servicio a su país y a sus compatriotas.

Finalmente, un nuevo traslado por la geografía nacional le acerca a los servicios secretos marroquíes que operan en España y consigue, como en sus actividades anteriores, una importante información para el CNI, información de alto valor para nuestra seguridad.

Cuando la crítica de mis antiguos compañeros coincide unánimemente en alabarla es porque su argumento y personajes son auténticos y está bien contado. No pretendo hacerle publicidad, no la necesita, pero es de las que recomiendo a quien me pregunta.

Tuve ocasión de comentarla con Ignacio Cembrero, autor de un muy interesante prólogo, quien me certificó la autenticidad de lo allí narrado, pero, quienes hemos trabajado en esos menesteres, sabemos distinguir cuando se trata de ficción y cuando no.

Magnífica aportación al género de la novela de espías. Se encuadra entre las de calidad y realismo, nada de fantasías irreales, aunque, como pasa muchas veces, esta realidad supera a la ficción.

viernes, 4 de octubre de 2019

ESPÍAS


   Publicado en La Razón el 03.10.2019   



                     
      El presidente norteamericano Donald Trump ha “insultado” a los funcionarios del Servicio de Inteligencia que han filtrado las presiones de su presidente a los presidentes de Ucrania, Volodímir Zelenski, y Australia, Scott Morrison y que ha provocado, nada menos, que el inicio de un proceso de destitución, “impeachment”.

          Trump les llama espías y traidores asimilando lo que para él son graves insultos, cuando lo que han hecho estos buenos funcionarios estadounidenses es denunciar irregularidades graves en el comportamiento de su presidente.

          Varias consideraciones al respecto: En primer lugar, aclarar lo que es un espía y a qué se llama habitualmente espía. Un espía en el más puro sentido del término es un “funcionario” de un estado, que cumpliendo según que mandatos de su gobierno, vela por la seguridad de sus compatriotas y sus bienes.

          Si en el ejercicio de su función se encuentra una acción en contra de esos intereses y a quien la ha cometido, aunque sea su presidente del gobierno, tiene la obligación de comunicarlo a sus superiores. Ellos sabrán qué hacer con la información.

          Un espía, funcionario de un estado, cobra lo estrictamente justo a su categoría laboral y su motivación suele ser, en un altísimo porcentaje el idealismo. Lo define muy bien el autor catalán Domingo Pastor Petit en su obra de 1976, “La guerra de los espías” – Editorial Bruguera.

Dice así: “Tras el sujeto disfrazado de espía, suele haber algo que el lector no es muy dado a sospechar en quienes le rodean… Este oficio gris, frío, mal compensado y compañero cierto de la angustia, que precisa nervios de acero y tesoros de inteligencia deductiva e intuición, recluta lo más electo de sus artesanos en las filas de los idealistas. Sí, hay que repetirlo: de los idealistas.”

La palabra “traidor” no hay que explicarla, poro a la luz de lo que cabo de transcribir, coincidirán conmigo en que en nada se parecen ambos conceptos.

Pero volvamos a los “espías”, a los funcionarios espías que además son los encargados de obtener información sensible sobre determinado país u objetivo y que muchas veces se sirven de “confidentes”, “infiltrados” o personas que, por otra motivación, muchas veces económica, facilitan información muy importante para la seguridad del país, cobrando precisamente por esa información, en esos casos las cantidades son proporcionadas con la calificación que su información.

Si Trump cree que los insulta es que no sabe de qué va esto de los Servicios de Inteligencia. Seguramente terminará destituyendo a sus jefes, y van…, pero estoy seguro de que quienes sustituyan a los actuales actuarán de igual manera ante situaciones similares.

¿Que no todo es tan idílico en los servicios? Naturalmente, y ¿dónde lo es? El ser humano, capaz de lo mejor y de lo peor, es el componente fundamental de cualquier organización, no son máquinas y hay casos de corrupción como en todas partes, pero no juzguemos nada más que a los corruptos, no al organismo. No es justo.