lunes, 27 de febrero de 2017

DAÑOS COLATERALES

Publicado en el diario La Razón el lunes 27 de Febrero de 2017

                   


                  
Cuando los países occidentales, y Rusia, se han decidido a dar la batalla definitiva al DAESH, las ciudades más importantes de Siria e Irak, Palmira, Alepo, Mosul,…empiezan a ser recuperadas y algunos miles de sus habitantes regresan a lo que fueron sus hogares, hoy solo un montón de ruinas.

Sin duda, la peor parte de las guerras son las pérdidas de vidas humanas y en especial de hombres, mujeres y niños que no son parte beligerante, simplemente estaban allí, en sus hogares de muchos años, con una vida y expectativas de un futuro soñado siempre mejor, y tras una tremenda explosión se han convertido en nada, solo un montón de cadáveres.

Ahora, cuando algunos de ellos, que salvaron sus vidas huyendo de esas ciudades, regresan a las zonas liberadas, lo que encuentran es peor que la nada, son montañas de escombros que no son capaces ni de retirar, es la impotencia ante una situación para la que se requerirán muchos millones de Euros y muchísimo tiempo. De ninguna de las dos cosas disponen estos ciudadanos.

Ya me refería en “Regreso a Palmira” (12.04.16), en estas mismas páginas, a la reconstrucción de lo más básico para que pudieran vivir, con las necesidades más elementales cubiertas, los miles de refugiados que decidieron retornar. Occidente debería invertir muchos millones de Euros en esas tareas de reconstrucción de lo más elemental para que regresen los refugiados y, como consecuencia directa, muchos de los que arriesgan su vida en el Mediterráneo o en largas caminatas hacia ninguna parte, dejen de tener la necesidad de huir.

Es verdad que los mayores éxitos militares de los ejércitos de Siria e Irak, apoyados por las aviaciones rusa y norteamericana, se están produciendo muy recientemente, pero, una vez más, los países occidentales parecen ciegos ante una realidad que vemos todos los días en las televisiones. ¿Quien si no ha de reconstruir todo aquello?, o ¿queremos que se eternice el problema de los millones de refugiados a los que tampoco acogemos de forma eficaz en la UE?

Desgraciadamente hay muchas ruinas del riquísimo patrimonio monumental de esas ciudades, víctimas colaterales de la barbarie, que jamás volverán a ser lo que fueron durante siglos. Eso está perdido para siempre, pero hospitales, escuelas y viviendas dignas, aunque tengan que cambiar de localización, debe ser tarea urgente y de rápida ejecución.

Las organizaciones internacionales como Cruz Roja, ACNUR y otras presentes en la zona, no tienen capacidad económica para reparar tanto desastre. Estos ciudadnos que regresan de un exilio forzoso en condiciones de penuria, se muere cada día, sobre todo los niños, y esto es urgente, no puede esperar más. Occidente, la UE, USA, ¿a qué esperan? ¿Cuántas pérdidas de vidas humanas más hacen falta para que reaccionen?

miércoles, 8 de febrero de 2017

EL FUTURO DE EUROPA

Publicado en el diario La Razón el miércoles 8 de febrero de 2017

                       
         Se han dado muchos pasos hacia la construcción europea, desde la Europa del Carbón y del Acero (CECA) por el Tratado de París de 1951, más tarde la Europa de los Seis y así, con muchas dificultades, trabajo y superación de diferencias, se llegó a la Unión Europea (UE) de 28 países con algunos más en la lista de espera.

         La caída del muro de Berlín en 1989 supuso un hito de trascendental importancia en la construcción europea, el viejo sueño de los políticos de la postguerra, la construcción de una unidad política, económica y social, que evitara nuevos conflictos continentales, estaba más cerca con la incorporación de los países del este. La guerra fría entre el Pacto de Varsovia y la OTAN había terminado.

         Todo parecía discurrir favorablemente, incluso se redactó una Constitución Europea que debía entrar en vigor el 11 de noviembre de 2006, después de ser ratificada por todos los países miembros. Sin embrago fueron dos países fundadores de la CECA, Francia y Holanda los que, con su rechazo, abortaron el avance en la unión política que parecía inminente y necesaria.

         Recuérdese la oposición francesa a la redacción inicial del preámbulo: “Inspirándose en su herencia cultural, humanista y religiosa, la Unión está fundada...". Sin embargo, la delegación francesa se opuso a la inclusión del término "herencia religiosa" con el argumento de que era contrario al carácter universal de los valores y derechos proclamados en la Carta.

              El primer ministro francés, el socialista Jospin, a pesar de la postura oficial, reconoció que personalmente “la religión, en su dimensión de cultura y en su compromiso con algunos valores fundamentales, sigue teniendo un papel en su vida”, en una entrevista reconoce que “sus orígenes han influido en su ética personal y que existe un parentesco entre los valores judeocristianos y la moral laica”. Haciendo también las habituales referencias a las fuentes cristianas del arte, la música, la literatura o la filosofía.

         Los más pesimistas pensaron entonces, hace diez años, que esa falta de acuerdo en cuestión tan trascendente, era el principio del fin y quizás no lo fuera, pero si supuso un frenazo en la integración política y en ciertos aspectos en la económica al eludir la unión aduanera y la política fiscal.

         La situación actual deriva de aquellos polvos al propiciar el resurgimiento de los nacionalismos radicales, de izquierda y de derecha. Un nacionalismo excluyente que lucha por volver al pasado, salir de la UE, como está haciendo Gran Bretaña con el Brexit, anuncia Le Pen en Francia y puede darse en otros países donde estos partidos están alcanzando resultados electorales muy importantes.

         Otra consecuencia grave que han originado estos nacionalismos ha sido la división al cincuenta por ciento de sus propios ciudadanos, como el Brexit en Gran Bretaña, la elección de Donald Trump en Estados Unidos o, como pone de relieve el resultado de un estudio de la Universidad Ramón Llull, según el cual “el cincuenta por ciento de los catalanes son independentistas", es decir, existe un “empate técnico" entre unionistas y separatistas. 

           No son comparables los políticos europeos de la posguerra con los actuales en formación, experiencia, valores e ideales y no me refiero a cuales puedan ser hoy esos valores es que, sencillamente, han prescindido de ellos, viven sin ellos y hasta atacan a quienes aún los conservan, también en España.


         Ante esta nueva situación cuyo origen, como hemos recordado, proviene del desacuerdo que impidió la proclamación de la Constitución Europea, no se puede ser muy optimista sobre la culminación de la integración política y económica, a no ser que, como ya se oyen voces en Bruselas, “hay que acelerar el proceso y ponerse de acuerdo rápidamente en esas importantes cuestiones o Europa no será, sesenta años de trabajo y progreso se irán por el sumidero. Veremos si los europeístas han entendido esta vez que la situación no admite demoras.