Erasmo de Rotterdam publica en París, en 1511, aunque es escrito
dos años antes, y ya en la madurez de su vida, la obra “Elogio de la Locura” cuando se da cuenta de que, en el mundo la
razón apenas tiene poder y reina una
insensata confusión.
Podríamos hacer extensivo el título del blog a este mundo sin cordura en
el que nos hemos convertido. En este mundo, la Tierra que habita el ser
humano, no existe lugar para las personas cuerdas, aunque bien es verdad
que en unos sitios más que en otros.
Cada
tema necesitaría, no ya un artículo, sino una enciclopedia, pero me voy a
limitar a apuntar algunas cuestiones más urgentes de esta “insensata confusión” en que vivimos.
El
terrorismo yihadista se enseñorea por Europa un día sí y otro también con
asesinatos masivos o selectivos, según ellos mismos deciden, ya sin
necesidad de recurrir a armas de fuego u otros materiales de difícil
adquisición, sino con armas blancas muy accesibles. Los Servicios de
Inteligencia y Cuerpos de Seguridad trabajan a destajo para evitarlo, pero los
gobiernos europeos no dan el paso imprescindible de la creación de un Servicio
de Inteligencia comunitario y un intercambio de información sin reservas, a la
vez que se redoblan los esfuerzos militares para acabar con el DAESH.
Gran
Bretaña celebra un referéndum (“Brexit”) para salir de la Unión Europea,
que se resuelve por una diferencia mínima de 51,9 por ciento a favor y el 48,1
en contra, pero una vez concluido, y en apenas 24 horas, se recogen casi dos
millones de firmas de arrepentidos que votaron por la salida y de inmediato se
han dado cuenta del error cometido, para celebrar un nuevo referéndum. “Bregret”
han bautizado al regreso a la UE. Las leyes de referéndum deberían establecer
unos mínimos de participación y una diferencia de resultados
considerable que aseguraran la perdurabilidad de los resultados. Ya vemos
que en caso de escasa diferencia los cambios
de opinión de pueden producir muy rápidamente.
Hablando
de referéndum, aunque este al que me refiero ahora no fuera legal, el celebrado
en Cataluña no obtuvo ni en participación ni en resultados más evidencia que
una división al cincuenta por ciento de la sociedad catalana y que una mitad
está imponiendo a la otra mitad una locura separatista absolutamente inviable
desde muchos aspectos, pero el más importante el económico, con unos bonos
basura, y una financiación dependiente
del Estado al que acuden con frecuencia para paliar una administración
en bancarrota.
Los
independentistas catalanes, como han hecho otras veces, aprovechan que en
España no hay sino un Gobierno en funciones para dar pasos hacia la
independencia, siguiendo la hoja de ruta trazada por los partidos
separatistas, que en las últimas elecciones no llegaron al cincuenta por ciento
aunque se tradujo en una ajustada mayoría en escaños en su Parlamento.
Y
mientras todo esto pasa y nos afecta tan directamente, nuestros políticos, por
segunda vez en seis meses, nos han pedido el voto, pero ni aun así se
sienten capacitados para formar un gobierno y todo apunta a unas terceras
elecciones. Lo peor son las razones que unos y otros dan para no ponerse de
acuerdo, casi siempre personales, de antipatías mutuas, de acusaciones que bien
podían aplicarse los propios denunciadores, poco de política, poco de
programas, poco de reformas, solo el “y tú
más”, solo asegurarse un sillón, primero en su propio partido y luego en el
gobierno de la nación. España no importa.