Publicado en el diario La razón el miércoles 9 de Diciembre de 2015
En mi columna del Diario de Cádiz del
pasado sábado 5 de diciembre (“Puedo prometer y prometo”) comparaba
las promesas electorales de políticos de hace unos años, como Adolfo Suarez,
Luther King, o Anguita, tan distintos y distantes, y lo que para ellos
significaban, siempre arriesgadas, siempre complejas y difíciles de cumplir,
pero en las que creían y por las que estaban dispuestos a luchar para lograrlo,
al lado de las vacías “mentiras arriesgadas” de ahora en
las que ni ellos mismos creen, y si creen saben muy positivamente que, esta vez,
no dependerá de ellos solos, sino de los acuerdos a los que lleguen con otros
partidos.
Echaba de menos en los programas de hoy
las propuestas de Pactos de Estado para la Educación, la Justicia o la reforma
constitucional, que alguno propone, pero que la incertidumbre de acuerdos
posteriores les obliga a concretar lo menos posible, dejando la puerta abierta
a posibles negociaciones, no se sabe muy bien con quien y ni siquiera si habrá
opción para llevarlas a cabo.
En esas estábamos cuando el llamado
“debate decisivo” ha venido a enturbiar aun más las aguas preelectorales. NI
debate ni mucho menos decisivo: un aburrimiento. Forzaron a los representantes
de los cuatro partidos, que según las encuestas tienen alguna posibilidad de
gobernar, a estar dos horas de pié, sin siquiera el apoyo de un atril. Postura
incómoda a todas luces que uno trataba de distraer con un bolígrafo, el otro
tocándose constantemente la chaqueta, la otra de brazos caídos…ni hecho a
propósito (a lo peor si) para que estuvieran más pendientes de la imagen que de
lo que iban a escuchar o decir. Los
cuatro estuvieron muy por debajo de lo habitual. Flaco favor les han hecho.
Ese tipo de debate, sin casi opción a
una réplica documentada a exhibir en el momento oportuno (solo Rivera sacó una
portada de un diario y una especie de gráfico con porcentajes de parados con
gobiernos de PSOE y PP) permite, como así ocurrió, la proliferación de mentiras sin réplica, como el supuesto referéndum
“para la integración de Andalucía
en España” de 1977 puesto como
ejemplo por Iglesias de lo que debería hacerse en Cataluña, mostrando una ignorancia increíble en alguien que
pretende dirigir a este país. Y así algunas cifras de paro o de contratos
temporales absolutamente manipuladas a sabiendas o con referencias porcentuales
falsas.
Pablo
Iglesias miente mal, se le nota demasiado, pero no le importa, su público se lo cree todo. Con motivo
de la fiesta nacional del 12 de Octubre pasado, dijo tal cantidad de sandeces y
de tal calibre que el locutor Carlos Herrera, le dijo: “Para mentir mejor hay que leer
un poco más”. Nadie se lo recordó en el “debate decisivo”.
Menos mentiras, menos cifras falseadas
o sacadas de contexto, menos “y tú más” y más claridad de propuestas y posibilidades reales de llevarlas a cabo.
Concreten, digan de una vez en que creen, que es lo que pueden prometer y
prometen, o al menos estén convencidos y dispuestos a luchar por conseguirlo.
Modificaremos la Ley Electoral, la Ley
de la Reforma Laboral, la de Educación, la del aborto, la de la Justicia,
suprimiremos las diputaciones, cambiaremos esa inútil cámara llamada Senado,
modificaremos la Constitución del 78, o directamente abriremos un nuevo periodo
constitucional, una segunda transición…y toda las promesas arriesgadas que
quieran, pero ¿alguien sabe, algún elector conoce, en que van a consistir esos
cambios? ¿Cuáles son las líneas maestras de esos proyectos? ¿A dónde nos
quieren llevar? Y sobre todo: ¿Con quién lo van a acordar?
¡Que
poca seriedad!. Alguno se empeña en hacer de España un Estado Federal,
ignorando ( o mintiendo a sabiendas) que la federación la forman varios estados
que acuerdan unirse en una federación o confederación. Pues bien ¿de qué
estados estamos hablado? ¿Cataluña se federa sola?, ¿con España?, ¿con Murcia,
Andalucía, Cantabria o Navarra? ¿Y alguien ha preguntado a estas comunidades si
estarían dispuestas a hacerlo? ¿Y qué pasaría con las que no quisieran?
No pretendo hacer una caricatura de
tema tan serio, es que, sencillamente, en plena campaña electoral no sé a qué
juegan nuestros políticos. Ya sé que hoy las elecciones las gana el populismo,
la popularidad o la credibilidad que los votantes quieran conceder a los
líderes, pero ¿no sería conveniente, a la espera de una Ley Electoral que
acerque a electores y elegibles, una mayor claridad en las propuestas, una
cierta garantía de viabilidad dimanada de un amplio consenso y, sobre todo, un
convencimiento pleno y entusiasta de los proponentes?
Hasta ahora, lo más a lo que llegan
algunos es a criticar duramente lo hecho, pero sin dar o proponer alternativas.
En otros casos se limitan a los enunciados, sin hacer gala de un proyecto ilusionante,
desmenuzado para ser fácilmente entendible y no esas promesas incumplibles
hechas solo para satisfacer a quienes les escuchan o interpelan en ese momento.
Que los “escuchantes” son jubilados,
pues nada, no se bajarán sino que se subirán las pensiones, nada de copagos
farmacéuticos, y casi quitar el injusto IRPF que grava por segunda vez los
mermados ingresos generados por toda una vida de trabajo y que en su día ya
contribuyeron a las arcas públicas.
Si son estudiantes, pues se bajan las
tasas, se aumentan las becas…
Si autónomos (soporte imprescindible de
nuestra economía y fundamentales a la
hora de crear empleo), pues se les promete rebajar las cuotas o incluso su
exención.
Si se está ante un público adecuado,
que lo que les gusta es oír que se va a cobrar el IBI a la Iglesia Católica,
suprimir la enseñanza concertada y dos huevos duros, pues nada, se promete la
revisión del Concordato Iglesia – Estado Español de 1953, ya modificados por
los Acuerdos del 7 de enero de 1979, en el que se consagra la separación de la
Iglesia y un estado no confesional, pero, sin tener en cuenta, sin decir, cuántas instituciones
culturales, deportivas y de todo tipo están exentas del pago del IBI por los inmuebles
que poseen, sin decir el ahorro que
para las arcas del Estado (los bolsillos de todos los españoles) suponen
los miles de alumnos a todos los niveles
de enseñanza, incluida la universitaria, los centros concertados o privados,
los hospitales atendidos por órdenes religiosas, Cáritas, Manos Unidas y otras
obras sociales que convierten a la Iglesia Católica en la mayor ONG del mundo.
Respecto a Cataluña, las promesas son, si cabe, aun más arriesgadas y de
difícil cumplimiento. Pretenden contentar
a un mismo tiempo al 52 por ciento no independentistas y al 48 por ciento que
lo son, como si hubiera otra salida que el cumplimiento estricto y riguroso
de las leyes en vigor, y más tarde, si pueden, y consiguen el consenso
necesario, que las cambien, pero no
prometan lo que no depende de ellos.
En definitiva, terminaba mi “Puedo
prometer y prometo”, con una reflexión personal: ahora más que nunca, desde el
advenimiento de esta democracia, hay que pensarse
mucho el voto, hay que tratar de ver,
de intuir, lo que será el día después del 20D, los pactos y alianzas posibles, las
obsesiones de unos y otros, las líneas rojas tan de moda, que no se sabe muy
bien para qué sirven y cuando procede saltarlas si más,….Nos jugamos mucho los españoles. Suerte España.
Muy acertado en el análisis, Jaime. Nuestros políticos han desfigurado la democracia hasta convertirla en una dictadura de caraduras que no rinden cuentas a nadie.
ResponderEliminarMuy bueno Jaime sobre todo el recordatorio: decimos lo que queréis oír sin dar soluciones, irpf de jubilados, Ibi, constitucion...etc. Claro el juicio. Un abrazo. Mario
ResponderEliminarDesgraciadamente, estoy de acuerdo con lo que dices y con lo que gritas: ¡¡¡¡qué triste tener que depender de la suerte!!!! Otro abrazo fuerte con mi enhorabuena. Paco
ResponderEliminarComo siempre, magnífico. Enhorabuena y abrazos
ResponderEliminarBien Jaime! Muy acertado y oportuno. M. Ángel
ResponderEliminarGran verdad. Lo del IRPF es sangrante, porque ya se estuvo pagando cuando estábamos en activo (Impuesto Rendimiento de las Personas Físicas) y una vez jubilado, seguimos pagando el impuesto. Que poca vergüenza. Abrazos.
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